La Gran Gilada

Me siento tan maduro que ya como que me caí del árbol y estoy echando raíces. Bueno, de todos modos todo es un ciclo. Y claro. Ponele, siguiendo con el ejemplo del crecimiento de una semilla. Primero germina, después se hace árbol, sale la flor, el fruto... pero si no lo comés, se pudre. El tema es que está bien que seas maduro, pero tampoco que te pases. Pienso que es parte de la mediocridad de la vida en la que vivimos. Cuando pensás que lo sabés todo te empezás a agriar. ¡Alegría, alegría! ¡Jajaja! Que siga esa algarabía estúpida que no te lleva a nada. En definitiva la amargura -a pesar de parecer más intelectual- tampoco te lleva a ningún puerto. ¿Entonces, qué? Entonces nada. No podemos salirnos de los límites. La vida está estúpidamente programada para que no entiendas nada más que lo que sucede en la playa. No tenemos acceso al océano. Supongo que no es lícito. Sería masomenos como algo ilegal. Como querer vivir en Júpiter. Claro, te lo podés imaginar, pero está muy lejos de ser cierto. Con los confines del conocimiento pasa lo mismo. Podés leer tres mil poemas, cuatro mil proverbios, cuatrocientas novelas. Todas van a hablar un poco más, un poco menos, de las mismas pavadas que hablamos todos los días como seres humanos. ¿Y de qué hablamos? Hace calor, frío... Siento amor, siento desamor... Vida, muerte... Blanco, negro... Bien, mal... O sea, no podemos escaparnos de la gilada. Todo es una Gran Gilada.